El consumo colaborativo es un negocio muy atractivo

El consumo colaborativo lleva meses en auge y artículos en medios prestigiosos como Forbes y The Economist son indicadores inequívocos de que esta economía va más allá del acomodar a viajeros desconocidos en el sofá o intercambiar ropa de bebé que ya no usamos. Detrás del compartir hay potencial de negocio y mucho dinero de por medio.

El consumo colaborativo lleva meses en auge y artículos en medios prestigiosos como Forbes y The Economist son indicadores inequívocos de que esta economía va más allá del acomodar a viajeros desconocidos en el sofá o intercambiar ropa de bebé que ya no usamos. Detrás del compartir hay potencial de negocio y mucho dinero de por medio.

Datos relevantes

En un panorama económico como el actual nos encontramos con inversiones millonarias en proyectos de consumo colaborativo, empresas convencionales creando alianzas con iniciativas colaborativas, noticias como el compromiso por parte de Avis para adquirir Zipcar por casi 500 millones de dólares y cifras sorprendentes como el crecimiento del 900% en España según los últimos datos aportados por Airbnb. ¿Cómo es posible que las ventas de muchas empresas tradicionales estén cayendo en picado y algunas iniciativas colaborativas consigan crecimientos inconcebibles en número de usuarios y transacciones realizadas?

Recursos infrautilizados

En el modelo económico tradicional gestionamos los recursos materiales de forma jerarquizada, innovamos sobre productos o servicios existentes y consideramos a los clientes como meros consumidores pasivos. El resultado es la concentración de beneficios en manos privilegiadas y un despilfarro desorbitado. No es de extrañar que los números ya no cuadren para muchas compañías y que aparezcan maneras alternativas de medir el valor empresarial más allá de los resultados financieros. El consumo colaborativo pone patas arriba el modelo tradicional. Focaliza en recursos ajenos infrautilizados, crea mercados que no existen, incluye a los usuarios en la cadena de valor y distribuye el beneficio provocando un impacto mucho más local y equitativo. Parece arte de magia, pero no lo es. Centrarnos únicamente en lo material y medible nos ha hecho olvidar las cualidades humanas más intangibles como la creatividad, la innovación o la colaboración.

Internet como catalizador

El fenómeno no hubiera sido posible sin el uso de internet. La red es la responsable de destapar estas cualidades inmateriales y gracias a los indicadores de reputación que generan confianza entre desconocidos, se construyen comunidades de usuarios que originan la globalización de unos comportamientos minoritarios o inexistentes hace unos años. Primando el acceso frente la propiedad aparecen nuevas maneras de interactuar económicamente atractivas y a la vez más eficientes, sostenibles y humanas.

Este modelo emergente ahora es suficientemente grande y disruptivo como para que las compañías y los reguladores tomen conciencia de ello. Esta es una señal de su inmenso potencial. - The Economist

Pero no seamos ingenuos, el éxito no está asegurado para los cientos de iniciativas colaborativas que proliferan por todo el mundo en busca de financiación y masa crítica de usuarios. Noticias como el cierre de Whipcar ponen de manifiesto que el consumo colaborativo todavía presenta muchos retos y controversias. Sin embargo no es descarado afirmar que las prácticas colaborativas señalan un nuevo escenario donde reinventarse parece un negocio más tentador que el simple seguir igual. Aprender de estas iniciativas e implementar modelos colaborativos en las empresas y las organizaciones tradicionales se convierte así en una decisión transcendental.