La economía colaborativa: ¿La última resistencia del capitalismo?

“Infra horam vespertinam, inter canem et lupum”

“Al anochecer, cuando uno no puede distinguir un perro de un lobo”

Proverbio Latino

Acceso antes que propiedad. Después de décadas de consumismo excesivo, la perspectiva parecía revolucionaria. Primero. Ahora que la economía colaborativa se ha convertido en algo corriente aparecen cada vez más voces críticas. Así que, ¿en que se va a convertir? ¿Empoderamiento o explotación? ¿Una revolución o negocios a la antigua usanza? Antes de entrar en el meollo de la cuestión, me gustaría aclarar algo: la economía colaborativa y la economía del compartir (o consumo colaborativo) no son el mismo concepto. La economía del compartir es sólo una parte de la economía colaborativa, como es la producción distribuida, las finanzas P2P y los movimientos open source y de conocimiento abierto. Lo que estos fenómenos tienen en común es su dependencia de las redes horizontales y del poder distribuido dentro de las comunidades, en oposición a la competencia entre las organizaciones jerárquicas, que ha dominado la vida económica desde la segunda revolución industrial. Por una serie de razones que no voy a detallar aquí (pero aquí tenéis un ensayo de lectura obligada sobre el tema), creo que este viejo marco económico se está volviendo rápidamente obsoleto. Se necesita un nuevo paradigma económico, y esto podría ser la economía colaborativa. Pero aun así, hay varias contradicciones en la economía colaborativa, que se están volviendo cada vez más evidentes a medida que la economía colaborativa se vuelve más popular. Echemos un vistazo a cuáles son. Y ¿sabeís qué? Tienen mucho que ver con la desigualdad.

Empoderamiento en una era de desigualdades crecientes

¿Una economía donde la gente valora más el acceso a la propiedad? Suena -literalmente- revolucionario. Karl Marx estaría encantado. De hecho, si miras de cerca, es exactamente lo contrario al capitalismo, un sistema que anima a las personas a acumular más riqueza y bienes de los que pueden utilizar, y "ponerlos a trabajar para ellos". "Compartir " por otro lado, es una palabra que suena bien y la expresión de la moralidad pura, exactamente lo contrario de homo economicus, egoísmo icónico. Así, después de haber creído durante siglos que el hombre es un lobo para el hombre- y de haber construido sistemas políticos y económicos enteros sobre este mismo supuesto- puede ser que nos hemos equivocado, después de todo, y que los humanos son seres puros, altruistas. Claro. ¿Por qué, entonces todo este descontento creciente hacia la denominada economía colaborativa? Han surgido dos grupos principales de críticas: uno sobre las estructuras de propiedad y el otro sobre el empleo. Estas dos cuestiones están, por supuesto, relacionadas entre sí, si tenemos en cuenta el contexto en el que nació la economía colaborativa.

Estamos viviendo en el mundo post-2008, una época en la queno estamos completamente seguros de que el capitalismo será capaz de reinventarse una vez más.

¿Cuál es la característica más evidente de nuestra era económica actual? Desigualdades económicas crecientes (si lo dudan, te recomiendo leer El Capital de Piketty en el siglo XXI), alimentadas tanto por las desigualdades patrimoniales (propiedad del capital) y las desigualdades de ingreso (puestos de trabajo). La distribución del capital está más o menos a los niveles previos a la Primera Guerra Mundial, lo que significa que al 1 % más rico le está yendo bastante bien. Tales niveles de desigualdad podrían conducir al colapso de nuestra civilización. Incluso Eric Schmidt -el presidente de una compañía cuyos buses privados están siendo apedreados por los lugareños empobrecidos enfadados en San Francisco- piensa que la desigualdad será el problema número uno de las democracias en el futuro. E incluso los ricos y poderosos del mundo que se reunieron en el Foro Económico Mundial en Davos -que no son precisamente un grupo de peligrosos izquierdistas- están preocupados por la creciente brecha entre ricos y pobres! Por lo tanto, deberíamos tomar la economía colaborativa en serio? Si queremos evaluar si debe ser considerada como la primera parte de un nuevo paradigma económico o como el último truco del capitalismo para sobrevivir a toda costa, hay que analizar sus posibles efectos sobre la desigualdad.

¿Deberías liberarte de verdad de toda posesión terrenal?

Desde un punto de vista colectivo, bien podría ser mejor tener acceso a un recurso que poseerlo. En comparación con la obsesión de la generación del baby boom con el acaparamiento, quizá las generaciones más jóvenes muestran un menor deseo de poseer cosas (pero, por supuesto, tampoco es como si se lo pudiesen permitir). Pero si alguien te pide que te liberes de toda posesión terrenal, siempre deberías preguntar: si no es la mía, entonces, ¿quién es el propietario? Recuerda que para los pensadores de la Ilustración, la propiedad privada se percibe como algo intrínsecamente positivo: una salvaguardia contra mayores formas de opresión. Ya en la Edad Media, los siervos no son propietarios de la tierra en la que estaban trabajando. De hecho, en la Antigüedad los esclavos ni siquiera son dueños de sí mismos. A veces, ser propietario es una manera de no ser propiedad! Es bastante normal que estemos siendo testigos del comienzo de una reacción negativa hacia la economía colaborativa: después de todo, consisten principalmente las nuevas empresas respaldadas por capital riesgo, estructuras de propiedad centralizadas a la vieja usanza. Cuando yo estaba sentado en la escuela de negocios, me enseñaron una cosa: el objetivo de cualquier empresa es maximizar el valor para los accionistas. Los empleados y los clientes no son más que un medio para un fin, y en general, una buena manera de maximizar el retorno de la inversión es conseguir que sus clientes paguen lo más posible (competitividad no ligada al precio) y por otro lado para pagar a sus empleados lo mínimo posible (competitividad de los precios). En pocas palabras, bajo una mentalidad capitalista moderna, los accionistas no son iguales (del par latín, "igual"), sino señores. Y si tu modelo de negocio se basa en su capacidad para mantener una comunidad, no es absurdo esperar una contradicción entre tu deber de servir a tus inversores un alto retorno de la inversión y el espíritu igualitario de los servicios P2P. Al final, tendrás que elegir uno u otro.

Compartir: ¿crowdsourcing llevado a otro nivel?

Este punto es el más polémico de todos. Los servicios de la economía colaborativa podrían acelerar el fenómeno de destrucción de empleo. Para las personas como Evgeny Morozov, la llamada economía colaborativa no es más que la continuación lógica de la economía digital y del crowdsourcing. A pesar de todos esos bonitos discursos sobre el empoderamiento y el emprendimiento, la gente en la economía colaborativa no son más que un precariado extremo (que simplemente no lo saben todavía). Y en realidad puede que tengan cierta razón. ¿Recuerdas la última vez que el sistema económico se volvió loco? Fue a principios de los 70, cuando el precio del petróleo se elevó súbitamente. Esto es lo que sucedió:

Fuente: Economic Policy Institute

Los salarios reales comenzaron a estancarse mientras que la productividad per cápita siguió aumentando. Para mantener el sistema en funcionamiento, un nuevo acuerdo era necesario: la gente ya no recibiría un sueldo acorde al valor que realmente produce, sino que obtendría -aparentemente- el acceso ilimitado al crédito. Este nuevo acuerdo tenía un nombre: la deuda. En el mundo después de 2008, todos sabemos que este acuerdo es ahora nulo y vacío. Así que, ¿qué hacemos ahora? Si alguien le dice que sabe a ciencia cierta qué hacer, hay muchas posibilidades de que esté mintiendo. Uno no puede dejar de notar un hecho interesante: mientras que permitir que los salarios se estanquen y las desigualdades se disparen, la revolución neoliberal ha dejado a las estructuras básicas de bienestar -todos esos beneficios asociados al trabajo asalariado como la seguridad social y la asistencia sanitaria- relativamente intactas. Estos son precisamente los beneficios que los conductores de Lyft o que los anfitriones de Airbnb nunca tendrán: no son empleados. En cierto modo, estos servicios se basan en soluciones que apelan al crowdsourcing . ¿De verdad trata de eso la economía colaborativa? Como Morozov dice, "¿Está socavando la economía colaborativa los derechos de los trabajadores"? Muy probablemente. ¿Va a destruir trabajos? Por supuesto que sí! Pero para ser honestos, de todos modos los ordenadores y los robots pronto reemplazaran la mayoría de empleos humanos. El trabajo asalariado no puede ser salvado, y en lugar de luchar batallas perdidas hace mucho tiempo, la gente debería empezar a pensar seriamente en soluciones como la Renta Básica Universal. Después de leer esto, usted está probablemente convencido de que la economía colaborativa no es más que el último y más sexy traje del capitalismo, que no va a resolver sino empeorar nuestros problemas de desigualdad. Pero ¿adivine qué? Usted podría estar equivocado.

La lechuza de Minerva extiende sus alas sólo con la caída de la oscuridad (Hegel)

Es imposible entender el significado de algo antes de que haya terminado. Y al atardecer, es difícil distinguir perros -los mejores amigos del hombre- de lobos. Teniendo en cuenta el ciclo económico que empezó a principios de los 70 y que acabó en 2008, la economía colaborativa puede ser el próximo monstruo nacido de la economía reaganiana. Pero no olvidemos que los marcos intelectuales caducados suelen fallar en predecir el futuro. Estamos en la oscuridad, ¿recuerdas? Las viejas formas de pensar no arrojan suficiente luz sobre los problemas económicos y sociales actuales. ¿Qué sucede después? Nadie lo puede decir. Están siendo engañadas las firmas de capital riesgo de Silicon Valley, que estarían creando el embrión de un paradigma económico P2P en el que van a perder la mayor parte de su influencia? ¿O los entusiastas que hablan de empoderamiento están siendo engañados para la creación de un nuevo tipo de servidumbre? No hay absolutamente ninguna manera de saber. En tales casos, los antiguos filósofos escépticos tuvieron una interesante manera de proceder: epojé, la suspensión del juicio.

Si usted no puede predecir algo con un grado de certeza razonable, deje de discutir interminablemente sobre ello y empiece a actuar hacia el resultado que usted desea ver.

¿Qué hacemos ahora?

Sería deshonesto desde un punto de vista intelectual dar a este largo artículo cualquier tipo de conclusión (epojé!). En su lugar, voy a hacer dos -en mi humilde opinión- observaciones importantes. En primer lugar, debemos evitar el uso del concepto de una "economía compartida" tanto como sea posible: es complicado y pone el listón demasiado alto. Lleva a la gente a esperar demasiado de los nuevos modelos de negocio y sus usuarios. ¡Por supuesto no se trata realmente de compartir! No hay que esperar ningún tipo de revolución moral (históricamente, las revoluciones que quieren cambiar la naturaleza humana terminan mal). No hay tal cosa como altruismo puro (vamos, incluso los primeros cristianos, que felizmente corrían dentro de la guarida del león buscando el estatus de mártires pensaban que su sacrificio les sería devuelto mil veces!) . Los hombres son a la vez altruistas y egoístas, y eso es perfectamente aceptable.Dicho esto,

Si piensas que sólo se trata deganar en la economía colaborativa, y que "compartir es la nueva compra", probablemente deberías volver a reflexionar.

¿Serán las grandes empresas capaces de hacer frente a la nueva competencia de startups y de conseguir nuevos clientes? Si esa es tu principal preocupación, probablemente deberías dejar de hablar acerca de comunidades y de pares. Si la economía colaborativa no puede ayudar a resolver nuestro problema de creciente desigualdad, esto no debería ser de ningún interés para tí. No se trata de proteger cuotas de mercado, se trata de construir un paradigma económico que puede llegar al siglo XXII. Las cosas van a cambiar pase lo que pase, la única pregunta es: ¿con que fluidez? Imagen de portada: La visión de Tondal, Escuela de Hieronymus Bosch Artículo publicado originalmente en inglés y traducido por Jaime Arredondo