Una democracia para nuestro siglo

Nuestra democracia representativa está moribunda. Hay que inventar una nueva democracia para el siglo entrante.

Debilitamiento de lo político, secesión de las élites, surgimiento de una cultura participativa… El consenso que existía previamente en torno al régimen representativo se hizo añicos ante nuestros ojos. Hay que inventar una nueva democracia para el siglo entrante. Artículo original publicado en francés. Traducido por Verónica Cozzo

Inútil darle vueltas al asunto : nuestra democracia representativa – ese sistema en el que una minoría elegida gobierna - está moribunda. Desde un principio el concepto fue bastante frágil : si un ateniense del siglo V a JC llegara a nuestra época, le sorprendería que llamemos a nuestro régimen : democracia. En Atenas, el poder estaba entre las manos de los propios ciudadanos, quienes tomaban parte de las decisiones : la democracia era en ese entonces directa y participativa. Se nos olvida a menudo que la idea misma de que la democracia pueda ser de otra manera que participativa se impuso recientemente, a finales del siglo XIX. El ateniense de visita hablaría de oligarquía electiva (“oligos” significa en griego “pequeño número”). El problema es que, al cabo del tiempo, las tendencias oligárquicas del régimen representativo se fueron fortaleciendo a expensas de su barniz democrático. Profesionalización de la vida política, reproducción de las élites gobernantes, consanguineidad entre las esferas políticas y económicas, corrupción, desigualdad creciente. La lista es conocida. Pero estos son los síntomas. Hay que buscar las causas por otro lado

Al cabo del tiempo, las tendencias oligárquicas del régimen representativo se fueron fortaleciendo a expensas de su barniz democrático

Por un lado, los gobernados yo no tienen ninguna confianza en aquellos que de “representantes” tan solo tienen el título. Por otro, las élites gobernantes, si bien es cierto que siempre desconfiaron de la "marea democrática"1, ya ni siquiera se toman la molestia de esconderse. A modo de ejemplo, las recientes declaraciones del Sr. Juncker (“no puede haber una elección democrática en contra de los tratados europeos”) o la señora Merkel, que prefiere oponerle al nuevo gobierno griego –democráticamente elegido – el interminable proceso de las “reformas necesarias”. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Retrocedamos en el tiempo hacia fines del siglo pasado, cuando la política ha dejado de ser considerada como un elemento central de la vida en común.

TINA, TINA, TINA (ad lib.)2

Yo nací en 1986. Tenía 3 años cuando cayó el muro de Berlín. Dos años después la Unión Soviética se desmoronó como resultado de lo que nos hicieron ver como una especie de necesidad histórica. Era, al parecer, el fin de la Historia, la verdadera. El triunfo de la luz de la racionalidad – económica, necesariamente económica - sobre la oscuridad de la ideología. Crecí en un mundo donde no había otra alternativa. Donde la política podía almacenarse en el armario, ya que estábamos bajo el patrocinio de la Razón económica. Funcionábamos en piloto automático, podíamos así quedarnos tranquilos. Estudiante, me desinteresé casi por completo de la vida política. Al igual que muchas personas de mi generación, no veía en la política más que un encadenamiento vano de combates y una pila interminable de medidas tecnocráticas. En este remanso en el que se había convertido la vida política, la izquierda estaba condenada à ser una copia vagamente descolorida de sus antiguos adversarios conservadores. Convertirse o morir. Esto se llama, al parecer, un « aggiornamento ».

La Razón (del mas furte es siempre la mejor)

There is no alternative, nos repetían sin cesar los nuevos clérigos. Esta partitura suena cada día más desafinada. Entré en la edad adulta cuando Europa empezaba a hundirse. Si la victoria de Syriza en Grecia y aquella probable de Podemos en España despiertan tanta esperanza en una juventud europea que finalmente se había resignado a un siglo de pauperización y de humillación es porque marca el gran retorno de la política. Aún mejor, pone en evidencia que la política no había desaparecido, el piloto automático no era más que una mentira. Lo que tomamos, desde hace treinta años, como el curso natural de las cosas, es en realidad un programa admirablemente bien ejecutado. Bajo la racionalidad autoproclamada se escondía una ideología, llamada “economismo” u “ortodoxia liberal”.

Por un lado, los defensores de la racionalidad económica estricta (…) por el otro, las naciones europeas que están empezando a hacer ruido, furiosas con la idea de someterse a esta extraña condición de auto – colonizadas.

Esto nos lleva, hoy, al borde de una crisis política grave. La crisis, etimológicamente, es ese momento paroxístico en el que dos temas mutuamente excluyentes se cristalizan : la vida o la muerte. La libertad o el sometimiento. En resumen, las posiciones se polarizan, y el status quo no se puede mantener. Por un lado, los defensores de la racionalidad económica estricta se ponen tensos y se aferran a sus posiciones; por el otro, las naciones europeas que están empezando a hacer ruido, furiosas con la idea de someterse a esta extraña condición de auto – colonizadas. El resultado de esta batalla es incierto, pero sea lo que sea, el pronostico vital del sistema representativo está comprometido ¿Qué va a salir de todo esto? O algo peor, o algo mejor.

Una democracia para nuestro siglo

El sistema representativo, fundamentalmente, no ha cambiado desde la época de la imprenta y la máquina de vapor. ¿La última innovación en política? Es el derecho de voto de la mujer en 1944. Nuestra concepción de la relación entre el gobernante y el ciudadano - vertical, jerárquica - no ha cambiado desde el siglo pasado : se vota cada X años y se calla el resto del tiempo. En un mundo donde todo está interconectado, donde los sistemas participativos irrumpen en la mayoría de los ámbitos de nuestra vida cotidiana, el concepto mismo de la representación se ha vuelto anticuado. ¿Por qué cuando todo - medios de comunicación, educación, finanzas, etc. - termina siendo de una manera u otra participativo, el sistema político debería escaparle a la regla? Ya existe una primera generación de herramientas participativas, que permiten un esbozo de reequilibrio entre los sistemas participativos y representativos, tales como: Avaaz, change.org, LiquidFeedback, Parlement & Citoyens, DemocracyOS, Loomio… Si bien estas herramientas en sí solas, no serán suficientes para reavivar la llama democrática, internet ha demostrado en el pasado que puede actuar como un instrumento, tanto al servicio de nuestra emancipación como de nuestra sumisión (ver especialmente aquí et aquí). Tal vez hayamos hecho algunos pasos de más hacia la segunda dirección.

Es en los márgenes, a orillas de la política, donde se está elaborando una nueva visión del mundo

Sin embargo, el principal obstáculo para establecer una democracia participativa, no es técnico, es cultural. El cambio no vendrá de las formaciones partidarias del pasado, ni de los hombres y mujeres políticos/as actuales. Es en los márgenes, a orillas de la política, donde se está elaborando una nueva visión del mundo. Regalarles herramientas colaborativas a personas que mantienen una concepción cesarista del poder es, como dirían nuestras abuelas, "tirarles margaritas a los chanchos"3. El viento está cambiando : el partido español Podemos, es el primero en haber integrado las redes sociales y modos de organización horizontales para evolucionar hacia una forma democrática participativa. ¿Tal vez estas sean las primeras chispas de un abrasamiento más amplio? Hace un tiempo, nos preguntamos con David Graeber si la deuda no jugaría el papel de catalizador para la próxima gran rebelión. Este ciclo, tal vez está, apenas comenzando. Los griegos han sacudido el yugo. Nosotros salimos del letargo en el que las canciones de cuna cantadas por los economistas ortodoxos nos habían sumido. Llegó la hora de levantarse. Notes :1.

Emile Boutmy, fundador de la Escuela Libre de Ciencias Políticas, más conocida como Sciences Po, escribió en 1872 : " “Obligadas a padecer el derecho de la mayoría, las clases, autodenominadas altas no pueden conservar su hegemonía política más que invocando el derecho del más capaz. Es necesario que detrás de los muros derruidos de sus prerrogativas y la tradición, la marea de la democracia se enfrente a una segunda pared hecha de méritos brillantes y útiles, de superioridades cuyo prestigio se impone, de capacidades de las cuales no podamos privarnos sin locura "↩2.

TINA, siglas de There is no alternative. La fórmula, que se le atribuye a Margaret Thatcher, significa que el capitalismo de mercado es el único camino posible.↩3.

O, como lo dice un proverbio popular ruso : "Si invitas a un cerdo a tu mesa, pondrá los pies encima de esta”." Imagen de tapa : Sátira de la moral Electorales por William Hogarth — Licencia Dominio público via Wikimedia Commons.